BONUS TRACK

.Mi testamento
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¿qué?
¿acaso necesito de ti para corroborar mi estado mental
o una resolución magisterial numero 999-91-uno más
para tener la seguridad de que mi inaptitud para sobrevivir
se debe únicamente a mi silencio?
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que cuando necesite comer mataré a un pájaro con una piedra
y lo cocinaré a fuego lento con mi encendedor
pero cuando necesite amor
ni tú ni nadie va a alimentarme, cariño, déjalo ya

lo máximo que puedo hacer por consideración, una mañana tan bella como esta
es gritar con el parlante a todo volumen
en lugar de matarte, amor de mi vida
en lugar de gritarte ANDATEALACONCHADETUMADRE!!!

pero ahora que trago piedras
me mantengo al ras del piso
y mañana... joo

todo eso está contenido aquí
en el bolsillo izquierdo de mi pecho agujereado
es un átomo a punto de multiplicarse
y tú crees que soy un ser humano inteligente

nací en estado gaseoso
¿crees en los hologramas?
yo sí
los he visto en las películas
a veces llegan a mi cama
hacemos el amor

¿por que lloras?
¿nunca leíste un libro?
¿nunca escribiste un cuento, un poemita de amor, algo?
ya sé
te pasaste la juventud manteniendo hijos que ahora están a punto de suicidarse
lo he visto antes

el egoísmo, cariño
está en el pan de cada día
es la hormona con la que engordan a los pollos
es el ingrediente secreto de la coca-cola
la fruta confitada del panetón de navidad

y tú crees que lo correcto depende de mi silencio
te dije que no vieras más novelas mexicanas
te dije que limpiar el baño es una buena terapia de meditación
pero tú eres capaz de lograr que un juez me encierre
y yo no soy capaz de cambiar algo en el mundo

es una competencia injusta
no pienso gastar más energías en esto
si aún recuerdas mi nombre
búscame en google
porque yo no voy a decirte lo que dejo
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Boletos / Lorenzo Helguero (a propósito de...)
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Hace no sé cuántos meses leí un par de textos que componen esta sátira brutalmente elegante sobre el amor, la vida y esas zonas diminuta de éstas que me causaron mucha curiosidad (sólo curiosidad en ese momento).
Jose se compró el libro a quince soles en La Católica y lo pagó a plazos en su recibo de pensión. Ahora que Jose confía en mí -como es bien sabido ningún asiduo lector te presta un libro-, me dijo “demórate tres días máximo”, y recién lo estoy empezando y ya lo voy a terminar.
Comparto uno de los textos con ustedes porque me es inevitable compartir la genialidad y el cague de risa con mis amigos. Así que búsquenlo y léanlo completito.
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Gracias a Jose. Y a su hermano
por provocar el redireccionamiento de mis amores
hacia los arcoiris
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5
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Por mucho tiempo busqué el amor en las mujeres cuyo nombre empezaba con M y en aquéllas que tuvieran los ojos como higos mordidos por los pájaros. Lo busqué también en el cabello pubibundo de las quinceañeras, en las manos de las vendedoras de frutas y en el trasero emperifollado de las gimnastas. Como mi búsqueda fuera infructuosa, intenté de la misma manera que Proust sacar un poco de ésta y otro poco de aquélla para crear un personaje de acuerdo a mis deseos. Mi capacidad de abstracción -entonces lo descubrí- es comparable a la de una licuadora: el resultado fue una Helena cubista con pies de cocodrilo.
Entonces busqué el amor en la cola de las vacas, en los húmedos labios de las yeguas, en el calor de una respetable gallina, y como no hallara nada en los zoolfeos, me encaminé hacia la sedosa pie de la papaya, hacia el humor instantáneo de la uva. Desesperado, miré lacrimoso en las cerraduras de las puertas, en las esquinas, las almohadas, en la soledad de las losetas. Pero todo fue inútil.
Por mucho tiempo busqué el amor y hoy lo he encontrado en tu mirada de arcoiris.
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Boletos / Lorenzo Helguero
Lima, 1993
Ediciones Pedernal, edición a cargo de Ricardo Sumalavia
Pp. 79
Página 17

Busco masajista

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“Señorita quinesióloga de 18 a 23 años, c/s experiencia para trabajo en gimnasio serio A1. Buena paga, seguro y planilla. Llamar 97350708, mañanas”. Previa cita… Llamo.
-¿Aló? –duda una voz adormecida al otro lado de la línea. Es una mujer.
-Buenos días, llamo por el aviso del periódico –, respondo. La voz repite lo que digo a otra persona que parece estar muy cerca.
-¿Hola? –duda una segunda voz, esta vez la de un hombre.
-Buenos días, llamo por el trabajo de masajista – le anticipo sin rodeos.
-Sí, apunte la dirección, por favor –se oye la voz ininteligible de la mujer mientras el hombre emite sonidos de fastidio. Por fin me dicta la dirección-. Escriba, por favor. Esto queda en Miraflores: calle Cantuarias 107, interior B, tercer piso. ¿A qué hora la espero?..
-Gracias –cuelgo el auricular.
A media mañana Cantuarias es una calle deshabitada. Busco la dirección. La numeración no coincide, pero no puede ser otro lugar. La primera cuadra de esta calle está ocupada por una imprenta, una bodega, una cochera y un centro comercial, de modo que debe ser la 114, un portón marrón en un edificio gris de dos pisos.
La puerta está abierta e ingreso. Una escalera recta lleva al segundo nivel. Hay dos puertas una frente a otra. Sobre el timbre, la de la izquierda tiene una letra B pintada con plumón indeleble.
Presiono el interruptor, dos veces, tres veces. La puerta se abre y un hombre me pregunta qué deseo mientras se seca las manos con una toalla celeste. “Vengo por el trabajo”, le respondo. Me mira de pies a cabeza y me invita a ingresar. Paso por su costado y percibo el olor penetrante del ambientador. Él, precavido, revisa el pasadizo con la mirada. Finalmente, cierra la puerta.
Es una habitación amplia sin paredes interiores, con un baño a espaldas del escritorio. Las camillas ocupan desordenadamente casi todo el espacio y los biombos reposan unos sobre otros cubriendo las ventanas. El olor a humedad de las toallas sucias es más fuerte que el deodorizador de ambiente. El hombre, inmenso, pálido y ojeroso, sienta sus aproximadamente 120 kilos en una pequeña silla que pide auxilio.


TODO TIEMPO PASADO…
En los años sesenta, el gobierno de Belaúnde legalizó los prostíbulos El Trocadero, La Salvaje y El Bote, en el Callao. Lo mismo ocurrió con Las Cucardas y La Nené, en el Cercado de Lima. Todos ellos conformaban los únicos burdeles públicos autorizados y reglamentados por el Estado hasta la fecha.
Sin embargo, en las dos últimas décadas se ha incrementado un desconocido número de locales clandestinos bajo la fachada de casas de masajes o clubes nocturnos, que albergan a más de 30 mil mujeres y travestis en Lima y Callao.
Para satisfacer la demanda de servicios sexuales y asegurarse un buen porcentaje de la ganancia, los proxenetas recurren a diversas estrategias de engatusamiento para captar jovencitas de 18 a 23, que son las más solicitadas. Las interceptan a la salida de los colegios nocturnos y les ofrecen trabajo como meseras en bares, o las seducen en discotecas.
Una de las modalidades de captación menos clandestina y empleada con más frecuencia a vista de las autoridades se da a través de los avisos clasificados.

BONA VERBA
“Busco señorita quinesióloga de 18 a 23 años, c/s experiencia para trabajar en gimnasio serio A1. Buena paga…”, anunciaba el aviso que me trajo a esta seudoficina en uno de los distritos más exclusivos y tradicionales de Lima, en donde un hombre de aspecto desaseado y disfrazado de médico iniciaba su alocución.
-Tú vienes para el trabajo de quinesióloga –rompe el hielo.
-Sí, yo estudié masaje palmo digital en Natura, ¿conoce? –le pregunto mientras saco de un fólder manila el certificado y se lo acerco.
-No, pero no es necesario tener experiencia, aquí les damos capacitación –arguye dejándome con la el brazo extendido. Guardo el documento.
-Entonces, ¿el trabajo es para un gimnasio? –pregunto impaciente.
-Te explico –me mira fijamente a los ojos-. Nosotros tenemos varios locales en todo Lima, y nuestros clientes son, por lo general, ejecutivos que salen del trabajo y vienen con nosotros para relajarse. Entonces, les brindamos relax –acerca aún más su cara, tratando de descubrir en mí un gesto de complicidad. Su cabello recién mojado expide un insoportable olor a gomina-. También vienen mujeres, aunque con menos frecuencia, y nosotros las recibimos con la misma calidad en nuestro servicio. Entonces, qué pasa. A una mujer se le aplica un masaje normal, de unos 45 minutos aproximadamente, ella paga, se va y no hay ningún problema. En el caso de los clientes varones, cuando se les aplica un masaje, por su misma naturaleza, ellos se excitan –deja de mirarme-, no pueden evitarlo. Una mujer también puede excitarse pero no hay modo de saberlo. En cambio, en un hombre se nota por la erección –da una pausa en su discurso buscando una reacción en mí, asiento con la cabeza-. En estos casos, se les masajea normalmente y si ellos tienen una erección, hay casos en los que no es necesario, se les aplica también un masaje sensitivo en la zona genital, prácticamente una masturbación asistida –explica con naturalidad-, y una vez que el cliente eyacula, se continúa con el masaje, hasta que se termina.
Impuesto una evidente falsa sonrisa que trata de esconder mi sorpresa. Trato de decir algo. Titubeo. “Dígame, señor…”, espero que diga su nombre. “¿Estás interesada?”, pregunta inquisitivo. “Sí”, respondo, “pero dígame, cuánto es la paga. En el aviso dice que te dan seguro y te ponen en planilla”.
-Sí –responde con voz amable-. Las chicas que contratamos pasan primero por un periodo de prueba, luego del cual firman un contrato y se les coloca en planilla. El sueldo es el mínimo, pero obtienen bonificaciones según el número de clientes atendidos. A veces el cliente pide a una quinesióloga en especial y eso acrecienta su ganancia a fin de mes. Hay chicas que ganan de mil 500 a dos mil dólares –me explica con una sonrisa que descubre sus dientes maltratados y ennegrecidos por el tabaco.
-¿Cuánto es la bonificación por cliente? –insisto. Ríe cínicamente.
- Mañana a las nueve de mañana hay una capacitación para señoritas que, como tú, están interesadas en el trabajo y deseen informarse sobre los detalles. ¿Te parece si te doy la dirección y te presentas mañana?, dices que ya hablaste con el señor Marco, nomás. Más bien, déjame tu currículum para tenerte en la lista. Se lo doy.
El hombre se pone de costado para escribir la dirección. Es increíble el parecido que tiene con Alfred Hitchcock, una mirada siniestra que invita a correr. “Jirón Huiracocha 1541, Jesús María”, anota en un papel y me lo entrega. “Para este trabajo tienes que ser muy discreta, sobre todo con tu familia”, asegura mientras se acerca a la puerta. “No olvides decirles mi nombre ¿okey?, princesa”, me despide con una palmada en la espalda que me expulsa del lugar.

BUENA VISTA
-Ese es un prostíbulo, señorita –asegura una vendedora ambulante de artículos de cuero a dos metros del edificio-. Así llegan señoritas decentes, pues, como usted, se nota, de familia son. Llorando salen, a veces. Pero nadie se queja porque como acá es puro comercio, nadie vive… la tienda nomás, que a veces se orinan en la puerta. Hombres entran, mujeres, en grupo, orgías hacen, creo, pero tarde. Llegan en carros, los dejan ahí nomás, al frente –señala el garaje-. Saben los policías, pero les pagan, pues. Acá en el parque también es prostíbulo. Bastantes chicos, chicas. Yo, cuando salen ya me voy, ya. Todos los días, todas las semanas es igual. No regrese, señorita, ese hombre es un perdido, gordo, asqueroso. Malcriado se ha puesto conmigo a veces. Como es borracho, no respeta. No regrese, señorita, perdidos son todos.